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Un sereno realizando su ronda por una céntrica calle. :: LV |
El de los serenos es un tema cíclico, un recurrente político que han intentado rescatar algunos candidatos en campañas electorales y apelando a los problemas de inseguridad que suelen citar en sus respectivas ciudades, pero sin que después se hayan atrevido a recuperarlos. La verdad es que la existencia de Cuerpos de seguridad cada vez más eficaces debe disuadirles del proyecto, fruto más del sentimentalismo que de una realidad que exige algo más que unos tipos, casi siempre gallegos, armados, es un decir, con un chuzo, como los de 'La verbena de la paloma' charlando en una esquina mientras uno de ellos sugiere, con cierto cansancio y arruinada la cháchara, 'dar otra vuelta a la manzana'. La imagen típica del sereno del género chico, servicial y conciliador, cargado de llaves de portales a disposición de los vecinos que les requerían con una simple palmada, contrasta con el perfil de los actuales vigilantes nocturnos, bien equipados y de profesionalidad contrastada y una formación más allá de lo pintoresco y emotivo.
El Servicio de serenos se fundó por decreto en 1834, que coincidió en Albacete con la creación de la Audiencia Territorial y exclusivamente para las capitales de provincia. Valencia y Murcia fueron pioneras en su implantación. El sostenimiento lo pagaban los vecinos mediante una tasa sobre los edificios urbanos. En 1908 otro decreto estableció su nombramiento por los alcaldes, basado, sin más exigencias previas, en la reputación de los aspirantes. Por primera vez se reguló su uniforme, que incluía gorra numerada y capote. El sable primitivo desapareció, y se impuso el chuzo, un palo armado con un pincho de hierro como instrumento disuasorio y de defensa.
Es así como los conocimos aquí, en un largo proceso que se extendió con regularidad hasta los años 70 y su inmediata extinción. Era muy conocida su salida nocturna del Ayuntamiento, donde, agrupados, recogían las llaves del barrio que tenían asignado, dispersándose por la ciudad hacia su destino.
No he olvidado un magnífico artículo de mi querido amigo y compañero Ramón Bello Bañón, titulada 'La procesión de los serenos', una de sus diarias 'Crónicas inesperadas' en Radio Albacete, que recogía esa escena.Ya entonces quedaba muy lejos la figura del sereno que pregonaba en la calle la hora y el tiempo que hacía. En algunas zonas usaban un silbato, pero solo para avisarse entre ellos a causa de algún incidente peligroso. De ahí viene el dicho del 'pito del sereno', quitándole relieve a una situación o al valor de un personaje. El grito de 'las cinco y sereno' dio lugar al nombre con el que se les conocía, sin que faltara nunca, en las fiestas de Navidad, la tarjeta que repartían estos servidores públicos a cambio de un aguinaldo.
En algunas ciudades del norte mantienen a los serenos en su nómina municipal, con las funciones tradicionales, complementarios de la guardia urbana y con estricta dimensión vecinal. Recuerdo que hace años, en mis primeros viajes al extranjero, me sorprendió que el comercio de algunas ciudades cerrase a cal y canto durante la noche muchos de sus escaparates, protegidos por rejas prácticamente invulnerables. Me pareció una precaución exagerada; era un contraste muy llamativo con el aspecto de nuestras indefensas tiendas de ultramarinos y textiles y los serenos guardando la calle y atendiendo solícitos la demanda que se les hacía, desde comprar una aspirina en la botica hasta la de un billete para viajar en el expreso por encargo de un vecino. No tardó mucho en cambiar el panorama; de pronto fortificamos la acera, instalamos alarmas, que por cierto a veces se disparan sin motivo y digo yo si no será una revancha por haber despedido al sereno, ese inefable guardián del silencio y de nuestra intimidad. La generación que los conoció no ha olvidado que tenían obligación de recorrer continuamente el callejero de su demarcación, y aunque la costumbre se perdió pronto, como decimos, anunciar la hora y el cambio del tiempo, además de estar atentos a la presencia de delincuentes, impedir las reyertas, denunciar los incendios avisando a los bomberos, recoger a personas abandonadas y prestar auxilio a quienes se lo pidieran. Al principio, el sereno vivía únicamente de las aportaciones o propinas de los vecinos de su ámbito tutelar. Más tarde, al reconocerse su condición laboral empezaron a percibir un salario a cargo de los ayuntamientos.
Sobre la seguridad municipal en Albacete tuvimos ocasión de conocer interesantes referencias en el II Congreso de Historia del Instituto de Estudios Albacetenses, concretamente en una comunicación de
Matilde Morcillo Rosillo, doctora y profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha, que era -como la autora indicó en su presentación- una aproximación al estudio de la seguridad municipal de Albacete durante el siglo XIX a través de los serenos, «una institución entrañable y querida por todos los vecinos. Aunque los serenos fueron un mecanismo de seguridad de menor importancia -subrayaba el texto- su papel fue decisivo, por las diferentes funciones que desempeñaron en la España decimonónica».
El estudio hacía un breve recorrido sobre la creación del Cuerpo de serenos en Madrid por Real Decreto del rey Carlos IV el 28 de noviembre de 1797 y su extensión por toda España, para detenerse en el establecimiento del Servicio de serenos y alumbrado en Albacete, a raíz del Real Decreto de Javier de Burgos de 16 de septiembre de 1834, «aunque sabemos que existían nombramientos y ceses de serenos en Albacete con anterioridad. En 1825 encontramos un documento sobre la solicitud del establecimiento de serenos en dicha capital. De ese mismo año también data una petición de dos vecinos para ocupar las plazas de dos serenos en Albacete».
Recogía asimismo el informe el primer Reglamento del Cuerpo de serenos de Albacete, aprobado el 18 de noviembre de 1841, por la importancia que tuvo al servir de modelo para todos los reglamentos que se elaboraron en el siglo XIX en Albacete.
Asimismo, con la información hallada, citaba la plantilla de serenos desde 1825 hasta 1890, así como la evolución de sus sueldos entre 1841 y 1890, e incluía la descripción de sus uniformes y armamentos.
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