Los carteristas actúan ahora con menos disimulo y comienzan a abordar directamente a las víctimas
Algunos optan por el enfrentamiento si les descubren los empleados del metro.
A la izquierda, un ladrón, rodeado de su grupo, sujeta con la mano la cartera robada. A la derecha, el turista de chaqueta roja se percata de que no tiene la cartera en el bolsillo. ALBERT BERTRAN |
A la izquierda, un ladrón, rodeado de su grupo, sujeta con la mano la cartera robada. A la derecha, el turista de chaqueta roja se percata de que no tiene la cartera en el bolsillo. ALBERT BERTRAN |
Tras el incidente, un trabajador del metro descubrió el verdadero plan del grupo: dentro del túnel, en una escalera, habían dejado un monedero robado a una mujer japonesa. Estaba lleno de tarjetas de crédito, pero no tenía ni un solo billete.
Al igual que este grupo, los carteristas prefieren trabajar de forma discreta aunque muchos no dudan en llegar al enfrentamiento si es necesario. «Ahora están aplicando una nueva táctica. Te saludan como si fueras su amigo. Intentan desprestigiarte delante de los pasajeros. Cuando me enfrenté a uno de ellos, me dijo que si lo denunciaba, llevaría a 10 testigos que dirían que ellos me sobornaban», explica un vigilante de seguridad.
Estos trabajadores privados están convencidos de que la red de carteristas cuenta con la asesoría de abogados y, gracias a ello, hilan finas estrategias de defensa e intentan desprestigiar la versión del personal de la empresa en los juicios. «Hay algunos compañeros que caen en la trampa y dejan que los saluden. Yo no. El otro día empujé a uno que me puso la mano en el hombro en plan amistoso», agrega el vigilante.
Los trabajadores de las tiendas del metro también reciben constantes amenazas. «Los conozco porque a veces hasta vienen a comer aquí»,dice una trabajadora de una pastelería de Sagrada Família. «Cuando veo que están robando, intento avisar, pero alguno de ellos me han hecho la señal de que me calle, que no diga nada. Yo tengo miedo porque estoy aquí todo el día y no sé si me pueden hacer algo», agrega.
En el ascensor
El pasado sábado un grupo de japoneses entraba en el ascensor de Sagrada Família cuando fueron sorprendidos por varios carteristas. No fueron sutiles. Les arrebataron las carteras y salieron corriendo. «¿Para qué se van a esconder si nunca les pasa nada?», explica un vigilante que dice que su perro es incapaz de atacar y forma el equipo de «perros comodín».
El lunes, el mismo grupo que agredió al vigilante en Jaume I esperó, horas después, a otra víctima en Diagonal. Cuando llegó el vagón, sus miembros rodearon a un joven chino. Intentaron quitarle la cámara mientras lo empujaban. Él no dijo ni palabra. Se aferró a la cámara. Abortaron la acción y bajaron a la espera de otro tren.
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